Los gigantes escondidos de la ciudad
El Jardín Botánico Histórico de Barcelona se creó en la década de 1930 en un espacio invisible a las miradas menos curiosas y pasa desapercibido por casi todo el mundo que pasea cerca. Esto es así porque se construyó en dos grandes huecos que dejó la explotación de una cantera, que dejó un espacio arreciado, notablemente más fresco y sombrío que su entorno. Esta característica ha permitido que en la parte más baja del jardín puedan crecer especies de plantas que necesitan un clima más húmedo y fresco que el normal de Barcelona. Aquí tienen unos 5 grados menos de temperatura que en la entrada del jardín, y el hecho de que se encuentren dentro de un hoyo las ha obligado a buscar la luz del sol muy arriba, propiciando que aquí vivan los árboles más altos de la ciudad.
Al fondo del jardín crecen tres árboles especialmente grandes: un fresno americano (Fraxinus pennsylvanica), un fresno de hoja estrecha (Fraxinus angustifolia) y un nogal alado de Rehder (Pterocarya x rehderiana) que rivalizan en ser el árbol con más altura de Barcelona. Dada la dificultad de medir unos árboles tan altos en un hoyo que dificulta su visión completa, hace unos años se utilizó una cinta métrica atada a globos de helio, y entre dos personas, una al pie del árbol y otra en el exterior del jardín, 30 metros más arriba, se determinó la magnitud de estos gigantes que miden respectivamente 32, 29 y 26 metros.
Al otro lado del jardín encontramos otro árbol digno de contemplar, que al crecer con total libertad ha podido formar una copa enorme. Es un alcanforero, de la familia de las lauráceas, como el laurel, y como este sus hojas desprenden un particular aroma cuando las rozamos.