La araucaria que vivió con los dinosaurios
Escondida en un rincón discreto de los Jardines del Teatre Grec, junto a un mirador en la parte norte, sobresale la copa redondeada de un árbol muy extraño en la ciudad, originario de la costa de Queensland en Australia y que casi no ha cambiado nada desde el Jurásico, hace 200 millones de años.
Un árbol que conviviera con los dinosaurios no tenía suficiente con ser muy alto para evitar ser comido por aquellos gigantes, aunque puede llegar a tener 50 metros de altura. Seguramente por eso, a pesar de ser una conífera como los pinos, sus hojas no tienen forma de agujas sino más bien de escaleras duras y pinchosas como las de un dragón. Acostumbra a perder las ramas más próximas a la base y hace una copa globosa en la parte alta del tronco, así que para ver sus hojas, es más fácil mirar al pie del árbol donde a menudo encontramos las hojas secas caídas que se deben tocar con cuidado de no pincharnos, junto con los conos masculinos alargados que producen el polen.
Si tenemos paciencia y miramos entre las ramas, puede ser que veamos las grandes piñas, que cuando están maduras pueden tener el tamaño de un balón de fútbol y pesar más de 5 kilos. Los pueblos aborígenes de la zona de Queensland lo consideraban un árbol sagrado y se reunían en los bosques de araucarias en la temporada en que las piñas maduran, subían a los árboles y hacían caer las piñas de donde extraían los piñones, muy grandes y nutritivos y con un sabor similar a las castañas.